martes, 22 de febrero de 2011

Vergüenza

Hoy he llamado a Iván a mi despacho. Siempre ha sido un buen trabajador, formal, puntual, cumplidor y honrado. Pero ha empezado a descarriarse y hay cosas que es mejor cortar de raíz antes de que crezcan demasiado y, lo que es peor, antes de que otros tomen ejemplo. Hasta ahora he mantenido una postura de permisividad ante la actitud de mis empleados, siempre que se mantengan dentro de unos límites lógicos y razonables, pero a veces hay que dar un puñetazo en la mesa para que todo siga funcionando bien.

Y es que no entiendo por qué si las cosas van bien hay que cambiarlas. Hasta hoy habíamos creado una sinergia empresarial que rodaba bien engrasada. Pero creo que el ser humano es incapaz de aceptar una rutina y siempre intenta llegar un poco más allá. Yo no lo hago, y creo que me ha ido bien en la vida.

Al principio confieso que me divirtió ver a Iván entrando con esa ridícula maletita azul por la puerta. Ni siquiera le pregunté lo que era, porque mientras no afecte a su productividad no tengo problema alguno. La mañana continuó sin incidencias, cada uno en su puesto de trabajo con ocasionales ratos de charla insulsa. Pero llegó la hora de comer y, mientras los demás empleados iban saliendo, Iván apartó el teclado de su mesa y colocó allí su maletita. Me invadió la curiosidad y le observé.

Dentro de aquella bolsa había traído comida.

Exacto. Con sumo cuidado, como realizando un ritual, colocó un trapo de cocina a modo de mantel, unos cubiertos y un tupperware. Se había traído comida de casa. Iba a comérsela allí, en la oficina, delante de cualquier persona que entrara. Ni siquiera le permití dar el primer bocado de lo que fuera que pretendía comerse. Una voz y tuve a Iván delante de mí.

Por supuesto le regañé concienzudamente. Aquella actitud no se podía permitir, habiendo buenos restaurantes en la zona. Él me miró con cara de cordero degollado diciéndome que tenía problemas de dinero, que si facturas, que si hipoteca... No es mi problema que se haya comprado una casa o que no haya sido capaz de pagar un coche al contado, como todo el mundo. Le pago un buen sueldo, que supera en casi 200 euros el salario mínimo interprofesional, así que tengo derecho a exigirle que trabaje con mis condiciones.

Creo que el mes que viene cobrará un poco más tarde que sus compañeros. Así le enseñaré a distribuir mejor su economía. Algún día me lo agradecerá.

Del blog "Emprendiendo"

Soledades

Miro el mar, desde lejos, paladeando su sal etérea.

Hoy he sentido la punzada del amor por primera vez desde que te fuiste. Agujas, dolor, placer. Cada sentimiento que invade mi espíritu me cambia de una u otra forma, haciéndome a veces mejor, a veces peor, a veces como tú. Lágrimas.

Doy la espalda al mar, emprendiendo el camino al hogar. Tú sigues en mi mente, pero con otro rostro, el rostro de una persona nueva y mejor, tal vez. ¿Podrás haber cambiado tanto que seas alguien diferente y me vuelvas a enamorar? Lo deseo, pero me da miedo.

Una rana se cruza en mi camino. Me observa y da un saltito alejándose de mí.

Dolor.

Del blog "El bardo etéreo".